Noche fria y húmeda, incertidumbre, deseo, nervios, pero a la hora convenida se abren las puertas de la Trinidad. El paso se levanta suavemente, sin alardes, serio, se hace el silencio que contiene la emoción. La gente, en masa, espera en la calle. La Virgen de las Lágrimas observa a los ubetenses desde la puerta, con mirada dolorosa pero agradecida por la espera. Todos compartimos su dolor y le hacemos compañía en su estación de penitencia.
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